«UAthentic art stash» workcamp en Петриковка.

Durante dos semanas estaré en un campo de trabajo que coordina mi organización ucraniana. El workcamp se llama «UAthentic art stash». Estaremos en una pequeña población construyendo una vivienda tradicional ucraniana y aprendiendo las técnicas artísticas de decoración que utilizan.

Comenzaré por el viaje de salida y las primeras impresiones de esta nueva aventura.

Salimos de Kharkiv a las 7:15 de la mañana en un bus realmente cutre, antiguo y destrozado, en el que ni si quiera nos dejaron meter las mochilas al maletero, por lo que tuve que cargar con ella en mi asiento todo el rato. Digamos que tras conocer los trenes nocturnos ucranianos, sus comodidades, no esperaba retroceder en el tiempo tanto cuando me encontré dentro de esa tartana llena de iconos ortodoxos en la cabina del conductor, cortinas antiguas, ventanas sucias, asientos mugrientos y nada de ventilación.

El billete de bus de Kkarkiv a Днепропетровск cuesta 91,30 UAH (5,63 €) son 218 km y tardamos casi 5 horas en llegar incluyendo varias paradas en el recorrido junto con una pausa de 10 minutos para los valientes que quisieran ir al baño o comprar algo de comida en medio de un gentío de vendedores ambulantes, señoras mayores con productos de sus tierras como albaricoques o mazorcas de maíz cocidas.

Durante el recorrido nos topamos con un control militar. Detuvieron el autobús y varios hombres con ropas militares, armados, rodearon el vehículo. Uno de ellos subió al autobús y comenzó a pedir la documentación. Un nudo en mi garganta y el estómago contraído: viajo sin pasaporte y no quería tener problemas. Comencé a buscar mi diccionario en la mochila y preparar la documentación que llevaba explicando los motivos por los que no tenía mi pasaporte conmigo puesto que se ha quedado en la oficina para los trámites de obtención de permiso de residencia ucraniano. Llevo una fotocopia, otra del visado, y un documento sellado como evidencia de que me encuentro en pleno proceso burocrático. Pero no me esperaba tener que enfrentarme a la situación tan pronto. Cuando el militar se acercó y revisó los documentos de tres hombres que había delante mío, después al compañero de mi derecha, y pasó de largo. En ese instante comprendí que sólo estaba identificando a los hombres. Suspiro inmenso. Escondí todos los papeles lo más rápido posible y cerré los ojos.

Sobre el medio día llegamos a la estación de autobuses de Днепропетровск nos encontramos un panorama de pasillos llenos de tiendas de todo tipo a modo de bazar que no ayudaban demasiado a orientarse ni localizar a nuestro contacto.

Compramos el billete para ir desde Днепропетровск a Петриковка, que fueron 23 UAH (1,41 €) 52km y continuamos el viaje en otro autobús. Esta vez algo más pequeño, lleno de gente incluso en el pasillo de pie, afrontando una hora más de trayecto.

Tras llegar a nuestra parada en Петриковка sobre las 13:30 nos encontramos con una antigua estación de buses y un par de tiendas cerca. Mi vejiga necesitaba un respiro porque desde las 6 de la mañana que habíamos salido de Kharkiv, no había encontrado el momento ni el lugar, pero los servicios de aquel sitio no invitaban a ello. Nada más entrar allí, los olores, las moscas, el estado en el que se encontraba… Volvíamos a retroceder en el tiempo. En situaciones como esas me acuerdo de la primera vez que viajé al Sáhara Occidental. Ni punto de comparación. Pensé que mis viajes al desierto y a la pobreza de los campos de refugiados me habían curado de espanto, pero resulta que aunque aquí estén alejados de África, las condiciones no son precisamente mejores.

La humedad, el calor y la falta de aire fresco, nos acompañaban desde el primer momento. Había que beber agua continuamente pero el cansancio y el hambre tomaban posiciones.

Allí esperando, medio dormidos sobre nuestras mochilas, en aquel apeadero de Петриковка impacientes porque nos llevasen a la zona donde íbamos a alojarnos.

Vinieron a recogernos en una furgoneta. Nos adentramos en el medio rural aún más. Cada vez nos distanciábamos más del pueblo. Kilómetro tras kilómetro contemplando un paisaje estupendo con campos de maíz, girasoles, y otros cultivos.

Llegamos a una propiedad típica y tradicional ucraniana. Paredes blancas con flores pintadas decorando la fachada, los marcos de las ventanas, el pozo, y cualquier tipo de cobertizo. Muchos árboles frutales y adornos populares. Gallinas, cerdos, ocas, conejos, pavos, gatos y un par de perros completaban la escena. Cada vez más lejos de la ciudad,  de cualquier zona de confort y más cerca de nuevas aventuras.

Un pequeño paseo. Reconocer el terreno y enseñarnos las cosas más importantes. Entramos en la vivienda nos íbamos a alojar:  una casa antigua decorada a la manera tradicional, cortinas de raso, pañitos bordados, cerámicas pintadas, cenefas de flores en las paredes, cintas de colores, utensilios antiguos por todas partes.

El servicio – wc – está a unos 2 minutos de la casa donde dormimos. Frente a los cerdos y junto a los conejos. Cuando abrí la puerta de aquella caseta de madera, ya sabía lo que podría encontrarme dentro.

También tenemos una «eco-friendly» ducha. Otra caseta de madera en el exterior con un depósito de agua encima que se rellena con el agua de un pozo o de la lluvia. Ideal para despertarse por la mañana y dar un par de gritos.

Afortunadamente aunque no tenemos agua corriente, hay electricidad, frigorífico e incluso microondas. Y finalmente conexión a internet y wifi.

La familia que regenta la propiedad es un buen ejemplo del carisma rural ucraniano. Una sonrisa constante, predisposición para entendernos aún sin hablar el mismo idioma y voluntad para ayudarnos en todo momento.

Tras una fantástica comida casera (sopa completa, ensalada, vareniki de patata, y unos bollos rellenos de frutas deliciosos) nos tuvimos que refugiar durante horas en el cobertizo. Primero una tormenta, lluvia intensa y finalmente un granizo increíble del tamaño de cúbitos de hielo.

Varias horas retenidos por las lluvias que nos sirvieron para hablar más con la familia y que nos enseñaran una muestra de todas las manualidades que aquí elaboran como buenos artistas y artesanos que son. Desde bordados, pinturas, alfombras, muñecas de trapo y útiles de madera pintados. Todo decorado con un exceso de adornos florales y vegetales que hacen que cada pieza merezca su reconocimiento.

El terreno se había llenado de barro y grandes charcos. Era casi imposible volver a la casa por el camino habitual por lo que encontramos una nueva vía para evitar así las zonas de barro de los cultivos.

El día termina en una estrecha cama de muelles, sin colchón, en una habitación azul llena de flores. Maravilloso.

Es fin de semana y no trabajamos. El lunes comenzaremos nuestras tareas. Hemos venido aquí a construir una vivienda al estilo tradicional (paredes de adobe, tejado de paja), encalarla, y decorarla posteriormente si nos da tiempo. Nos esperan dos semanas de trabajo intenso, rodeados de un paisaje precioso, aire puro, tranquilidad y una inmersión completa en la cultura ucraniana rural.

El campo de trabajo tiene dos coordinadores (mi compañera polaca Bárbara y un chico ucraniano, Volodimir) junto con media docena de participantes. Haremos un buen equipo y esperamos cumplir con nuestras tareas.

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